“Preocupados porque la Iglesia tenga siempre buenos pastores, colaboran, según sus posibilidades y el llamamiento de los obispos, en suscitar vocaciones, en la formación y en el servicio a los presbíteros y demás ministros”[1], así rezan las Constituciones de la Congregación de Jesús y María, texto normativo que enmarca el ser y el hacer de los eudistas, y que se aproxima a describir el principal adjetivo con el que se conocen a estos obreros del Evangelio, formadores. Es importante señalar, que la dimensión de la formación en nuestro tiempo, en comparación con la época del surgimiento de nuestro carisma, ha tenido un encuentro con una necesaria reingeniería o adaptación, que arropa la misión del consagrado y la misma vida, con el objetivo primordial de que “todos los hijos de Dios dispersos, se reúnan en la unidad” (Jn 11,52).
El inicio del nuevo milenio se dio a la sombra de una serie de escándalos que marcaron la misión de la Iglesia norteamericana debido a la publicación, por parte de la prensa secular, de una investigación que daba cuenta de una serie de abusos por parte del clero en la Iglesia de Boston, Massachussets, en los Estados Unidos; eso abrió el tema a escala pública y destapó una serie de verdades que colocaron el ojo colectivo en la Iglesia de Jesucristo.
Ante todo, al darle una mirada a la situación de los abusos en el seno de la Iglesia, obligatoriamente debe situarnos en el semillero del ministerio sacerdotal, la formación inicial. Ya en el entorno eclesial se ha tomado conciencia de la necesidad de una profundización en una serie de aspectos, entre ellos, el aspecto motivacional de un aspirante al sacerdocio, y más aún en el entorno de la formación eudista. Según el padre Hernán Alzate cjm, hay que basarse en “la lectura del ser humano que vive constantemente en la tensión de una polaridad la cual no es coincidencia del vivir sino una característica de su configuración”[2]. Vienen a nuestra mente las preguntas ¿qué valores lo mueven? ¿cuáles son sus necesidades?, ejercicio que sólo es posible por medio de un acompañamiento verdaderamente cercano que pueda penetrar los deseos, impulsos, heridas, anhelos, todo su universo personal, inclusive el de su pasado, entorno familiar y de allegados, pues muchos son los elementos del proceso de crecimiento de una persona que desarrollan trastornos o patologías que puedan desembocar en un sinfín de abusos – no sólo sexuales – también de autoridad, poder o consciencia.
Con juicios inmediatos, en nuestros días se señala la figura del clérigo y se le vincula de manera tajante y lapidaria con el perfil de pedófilo o abusador, dada la negativa afectación que la masificación de las noticias ha hecho contra la imagen del consagrado; sin embargo es válido destacar que según estudios que las propias ciencias humanas han realizado a individuos “no es posible indicar un tipo de correlación directa o comorbilidad en la que puede ser más prevalente una parafilia u otra”[3] (…) “el pedófilo tiene el aspecto de un hombre común, no tiene ningún signo distintivo del cual se deberá desconfiar. Es un tipo banal y muy astuto, dotado de gran sensibilidad, un manipulador experto”[4], de allí que el mito de la consagración sacerdotal como medio de transformación de un hombre en abusador, comenzaría a derrumbarse.
A la par de estos estudios, la Iglesia ha asumido una actitud correctiva y preventiva frente a la ocurrencia de los abusos, que con el correr del tiempo, se han visibilizado mucho más en distintos puntos del globo terráqueo y han endurecido las medidas que desde la curia romana son dictaminadas.
Alrededor del año 2002, a propósito de lo ocurrido en la costa este norteamericana, se dio un hito importante y fue la posición asumida por la Conferencia Episcopal Nacional de los Estados Unidos, la cual se comprometió a afrontar el tema con la implementación de unas líneas guías que rigieran el accionar en este ámbito, conocidas como el “Dallas Charter 2002”.
Este paso se da a la par de una serie de acciones impulsadas por los tres Pontífices que han ocupado la Sede de Pedro en las últimas dos décadas, esto ha permitido que se vaya madurando la postura de la Iglesia en términos de atención de los abusos; en este orden se pueden mencionar los esfuerzos hechos por el entonces Papa Juan Pablo II con el Motu Proprio “Sacramentorum Sanctitatis Tutela”, la explicación, ampliación y actualización de esta carta, hecha por el Papa Benedicto XVI en el 2010, el Motu Proprio “Como una Madre amorosa” escrito por el Papa Francisco en el 2016, como carta a los Obispos, pidiendo diligencia en la protección de los más débiles, el Motu Proprio “Vos estis lux mundi”, publicado en el 2019 por el actual sucesor de Pedro, el cual concreta las normas que deben regir a la Iglesia en caso de abusos, particularmente el rechazo al encubrimiento de los mismos. El más reciente de los instrumentos es el Vademécum sobre algunas cuestiones procesales ante los casos de abuso sexual a menores cometidos por clérigos, el cual no es un texto normativo ni legislación, es un manual (primordialmente para juristas) que busca guiar a quienes deban establecer la plausibilidad de una acusación cuando un clérigo es señalado de abuso de menor.
Todo esto ha significado un largo camino de dolor, pero que a la vez se ha transformado en acción y ha llevado a la Congregación de Jesús y María a entrar en sintonía con una cultura que preserve la dignidad de las personas, muy en sintonía con el llamado del Papa Francisco reflejado en Gaudium et Spes, “A fuer de criatura, el hombre experimenta múltiples limitaciones; se siente sin embargo ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior… atraído por muchas solicitaciones, tiene que elegir y que renunciar”[5]. Con la realización del Foro para dar a conocer las Normas aplicables a la Congregación de Jesús y María en materia de abusos, el padre Jean-Michel Amorioux cjm, Superior General de los Eudistas, dio un paso adelante en la apropiación congregacional de un tema que mancha actualmente a la Iglesia y ha dejado profundas heridas en el mundo entero. Es el signo de la apertura de una nueva cultura o modo de vida del “buen trato”, que desde la CJM debe permear nuestra Iglesia y espacios de misión en general.
A partir de las directrices dadas por el Papa Francisco, cuatro acciones han de guiar a la Iglesia en el caso de presentarse un abuso: 1. Aprender de nuestros errores; 2. Afrontar el problema; 3. Asumir políticas de protección y 4. Atender a las víctimas. En un espíritu de comunión, Monseñor Luis Manuel Alí, Obispo auxiliar de Bogotá y miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, disertó junto a una importante población de candidatos, incorporados y asociados a la CJM, los 5 principios que han de regir a la Iglesia en este tema:
- Responder con celeridad ante toda acusación.
- Retiro del perpetrador de sus responsabilidades ministeriales.
- Reporte a la ley civil y cooperación con la misma.
- Preocupación por el bienestar emocional y espiritual de las víctimas y sus familias.
- Confidencialidad de los implicados y atención a los miembros.
Bien vale aclarar, que todas estas acciones actuales fueron abordadas por el Papa Francisco en un encuentro denominado “La protección de los menores en la Iglesia”, realizado del 21 al 24 de febrero de 2019, en el cual estableció 8 pautas que marcarían la guía del accionar eclesial en adelante. La primera establecería el cambio de mentalidad de la Iglesia “para combatir la actitud defensiva-reaccionaria de salvaguardar la institución, en beneficio de una búsqueda sincera y decisiva del bien de la comunidad”; la segunda, “la Iglesia nunca intentará encubrir o subestimar ningún caso (Discurso a la Curia Romana, 21 de diciembre 2018); tercera, “se necesita imponer un renovado y perenne empeño hacia la santidad de los pastores (…) se reitera entonces su firme voluntad de continuar, con toda fuerza, en el camino de la purificación; cuarta, “la exigencia de la selección y de la formación de los candidatos al sacerdocio con criterios no solo negativos, preocupados principalmente por excluir a las personas problemáticas, sino también positivos para ofrecer un camino de formación equilibrado a los candidatos idóneos, orientado a la santidad y en el que se contemple la virtud de la castidad”; quinta, “reafirmar la exigencia de la unidad de los obispos en la aplicación de parámetros que tengan valor de normas y no solo de orientación”; sexta, “Acompañar a las personas abusadas, pues el mal que vivieron deja en ellos heridas indelebles que se manifiestan en rencor y tendencia a la autodestrucción”; séptima, “la protección de los menores debe tener en cuenta las nuevas formas de abuso sexual y de abusos de todo tipo que los amenazan en los ambientes en donde viven y a través de los nuevos instrumentos que usan, como es el caso del internet”; y octava, “para combatir el turismo sexual se necesita la acción represiva judicial, pero también el apoyo y proyectos de reinserción de las víctimas de dicho fenómeno criminal. Las comunidades eclesiales están llamadas a reforzar la atención pastoral a las personas explotadas por el turismo sexual”[6].
En la misma línea, la Congregación de Jesús y María ha hecho lo propio para “garantizar que el pueblo de Dios encontrará en ella un espacio seguro en el que no tenga cabida ningún tipo de abuso”[7], y para ello ha construido un documento que procura ante todo “prestar atención a las personas, principalmente a las víctimas, para asegurarse de que sean escuchadas y acompañadas, el establecimiento de una serie de normas y protocolos aplicables en caso de denuncias de abusos sexuales a menores o personas vulnerables, además del fortalecimiento de la formación inicial y permanente de los eudistas y de todos los que colaboran con nuestra misión en orden de crear ambientes seguros.
Es un compromiso no sólo como hombres, sino especialmente como aquellos que hemos sido llamados a una misión especial en nombre de Dios, adhiriéndonos a nuestras Constituciones (n. 16) “los Eudistas son solidariamente responsables de la vida y del apostolado de la Congregación”, pues “recuerden que una sola alma es un mundo delante de Dios”.[8]
José Andrés Hurtado Soto
Candidato Eudista – Provincia Minuto de Dios
Referencias:
[1] Constituciones 2
[2] La Formación de Jesús en nosotros, p 207
[3] Pacciolla et al., 2016, p. 17
[4] Pittet et al., 2017, p.55
[5] La Formación de Jesús en nosotros, p 208
[6] Discurso del Santo Padre Francisco al final de la Concelebración Eucarística
[7] Normas abusos CJM 2021, p 2
[8] OC X pag. 480
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